A Lynnette Mabel Pérez
en agradecimiento por recordarme
que las páginas necesitan tinta.
Olvidando el
dolor
se comienza a
caminar sin muecas.
Soltando poco
a poco
vaciando cada
bolsillo
que con su
peso te inclina
-a veces hasta
el estiércol-.
Yo recomiendo
ahogarlo
ya sea en
gritos, rugidos, versos
o en un
colectivo y furioso llanto.
Ponerlo en
agua de remojo
y cuando la
mugre haya despegado
tirar la
pieza, echarla decididamente
puente abajo,
río arriba, patria abajo
dejarlo
batirse con Neptuno en las olas
hasta que la
escala Richter
no muestre
evidencias de coloniaje.
Y así irán
llegando
los pasos de
Aquiles, de Albizus, de Cristos
la sonrisa, la
esperanza, el sol
el cielo
monoestrellado.








